Esa mañana van a la caleta de pescadores y compran un pulpo rosado. Lo cocina frito, le agrega vino y rodajas de cebolla. Lo comen en el patio, bajo la parra. La ciudad calla bajo el calor. Sólo el mar a lo lejos.
Se aman a medialuz, bocas saladas, agua de hielo con limón. En la calle voces en idioma extraño, turistas que van por las calles de piedra. Adentro, un casi silencio: George Dalaras canta bajito en una radio olvidada. Amor de horas lentas.
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