Hizo un esfuerzo y se sentó sobre los cojines. La cama se quejó con crujir de resortes y murmullos de seda.
- Estamos encerrados en los callejones sin salida de nuestra propia espiritualidad - dijo, y sus lentes reflejaron el neón azul eléctrico de los letreros luminosos sobre los edificios que oscurecían bajo el atardecer de Las Vegas.
Caminé hacia la puerta de la habitación con la bandeja en mis manos. Antes de abrirla le pregunté: - ¿Cómo siempre?
- Sí - me dijo con una sonrisa - A single-malt, gracias!
Y antes que yo saliera el guía espiritual agregó - Con dos cubitos de hielo.
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