atengámonos a lo que ya sabemos, a lo poco que sabemos, porque cada vez que creemos haber descifrado una verdad cósmica viene alguien por detrás y nos agarra desprevenidos, nos sujeta por el cuello y nos golpea con un tubo o nos pone un cuchillo en la garganta, por bromear, por reírse de nosotros, sólo para mostrarnos lo ridículamente engreídos que nos vemos sobre este escenario de espejos
convertirse en grano de arena o ser brillo de estrellas sobre el aguay ahí voy como Clark Kent buscando una caseta telefónica donde librarme del traje de calle
un hogar de neblina
una figura exigua entre los segundos de un reloj celeste
un conversar de búhos al amanecer
donde dejar los lentes
donde dejar la capa y las botas
y el escudo de la ese
renuncio indeclinablemente a ser superhéroe
a mi papel de reportero
a mi ropa y mi sombrero
aceptaría ser línea, esa mancha de color
ese espacio entre viñetas
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