después de la ducha
mientras me seco
entra Beatrix Kiddo y me invita a la sala
donde según dice
nos aguardan unas Sapporo heladas
el agua golpea las ventanas
pero aquí la alfombra es tibia
y el barro de la cascada
confiscado entre sonrisas
confirma su renuncia indeclinable
al menos por unas horas
un alto al fuego repentino
para que guerreros nocturnos
descansen heridas
de amores vengativos
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