14.12.04

memorabilia

Hace años atrás, cuando aún vivía en Israel, unos amigos me invitaron a un cine-club. Uno de esos lugares donde gente se reúne a ver películas, con charla antes del filme y discusión y comentarios después, entre coctéles, galletitas y canapés.
La vida social – entre humanos. Estuvo simpático, pero este cuento no trata de eso.

Cuando terminó y me despedí, había oscurecido, estaba en una ciudad que conocía poco y la noche era agradable para ser invierno. Quise caminar unas cuadras por los alrededores y después regresar al auto.
Manos en bolsillo, comencé a pasear por el barrio.

En Israel todo el mundo vive en apartamentos, y la construcción más común son edificios de tres o cuatro pisos, con dos, cuatro apartamentos por piso. Casi todos con balcón y ventanales de piso a cielo. Los edificios tienen antejardines y cercos de arbusto. Es normal ver gatos en las ventanas, en los balcones o durmiendo en la frescura de un jardin con regaderas automáticas.

Cuando uno pasea por una calle, la vista intrusa puede ir husmeando aquí y allá y entrar durante unos segundos a la privacidad de las casas - ver a alguien sentado frente al televisor, una mujer cocinando mientras canta con la radio, incluso a una familia cenando, conversando todos a la vez.
Es la manera de ser mediterránea, abierta y poco prejuiciosa.

Caminé, gozando del rocío y de la quietud del barrio y llegué a una esquina donde me detuve un rato sin decidir si seguir por una avenida arbolada o por una callecita de piedras.
Estaba ahí cuando escuché una voz llamando al hijo a comer. Me di vuelta y a través de los cristales vi una mujer sirviendo la mesa con ayuda de una niña. Llamó nuevamente y le contestaron desde el segundo piso. La luz estaba encendida y allá se podía ver al chico, sentado en su escritorio haciendo algo.
Me fijé en la estantería llena de libros, un mapamundi gastado en la muralla y los modelos de avión armados y pintados, colgando del techo.

La visión de la mujer, la niña y el chico - la escena entera - su pieza con libros, mapas y juguetes, me dió un golpe derecho a la mandíbula. Unas décimas de segundo, pero el recuerdo de mi madre, mi hermana, mi pieza, mis modelos y hasta de mí mismo, me atravesó de parte a parte como una lanza.

Fue mi primer ataque oficial de nostalgia. Timbrado y firmado ante notario.

Es una extraña sensación, entre dulce y amarga.
Lo cálido de la escena es empañado por la certeza de que eso que acabas de ver jamás volverá. Uno sonríe y se alegra de recordarlo tras años de olvido, pero al mismo tiempo se da cuenta que todo ha quedado en el pasado, perdido para siempre y que la única posibilidad de revivirlo es en la memoria.
La escena tuya, con tu madre, tu hermana y tú ha sido reemplazada por una semejante, pero con otros actores, desconocidos para ti.

No seguí caminando, volví al auto y viajé de regreso a mi propia ciudad. A medio camino comenzó a lloviznar. En la radio empezaron las noticias y subí el volumen.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La memoria es una arma de dos filos!
Algunos dias quisiera que la mia fuera fotografica, que captara para siempre cada detalle de mi vida.
Otras, quisiera borrar la cinta para siempre y no grabar nada nuevo!

franhilz dijo...

La memoria, los recuerdos y más que nada, los recuerdos "olvidados" y que regresan de pronto, han sido un misterio para mí.
¿dónde almacenamos recuerdos?
¿qué es la memoria? ¿existe físicamente como una especie de molécula? o es "virtual" - producto de la actividad de las células cerebrales?
... un misterio ...

Anónimo dijo...

"los recuerdos olvidados"...
Hiciste que se me vinieran de golpe varios de ellos a la memoria. Hiciste que recordara el dulce rostro de mi madrecita adorada, y el de mi viejo cargadito de sueños y ojos cansados.
Tienes razón... "Es una extraña sensación, entre dulce y amarga"... dulce porque por arte de magia se me asoman sonrientes y amarga, ya que no tengo otra forma para estar con ellos nuevamente, más que la de cerrar los ojos y y hacer del pasado un recuerdo vivo y latente.

Cpunto dijo...

Nos vemos en otros. Atrás, lejos en el pasado, cuando el cuerpo era distinto, la voz, la mirada. Y también más allá, en días que aún no llegan. En el anciano sentado, con la vista fija, casi siempre en ese pasado. Vivimos para adelante, pero siempre miramos hacia atrás

Hans Lazzaro dijo...

Todo lo que vivimos es producto de la memoria, ya que el presente es una vana ilusión; todo es pasado, todo es memoria. Esta memoria puede impregnada de nostalgia, si los recuerdos han sido buenos y más aún, si hoy no pueden ser revividos. Pero esa nostalgia no debe ser traducida en tristeza, mejor en aquello que los portugueses y brasileros llaman "saudade". Quien tiene "saudade" ha vivido, sino excesivamente, por cierto intensamente. Y la “saudade” de los seres queridos es siempre bienvenida. Que afortunados somos los seres humanos.