31.3.12

gelatina de muertos


cuando entré al bar su mirada se me clavó como daga lanzada por un cazador experto. pedí una Guinnes y me acerqué a ella cruzando galaxias de humo de tabaco.

le dije, "¿qué hace una chica como tú en un lugar como éste?", desarmándola con mi originalidad.
sacó una cigarrillo largo y oscuro y lo encendió con un Zippo que tenía una imagen de Jerry Lewis durante la campaña presidencial de 1978 pronunciando su famoso discurso de "I have a dream...".
guardó el encendedor y lanzó el humo derecho a mi cara tal como lo haría una chica sola en medio de la noche bebiendo oúzo en un bar atacado por zombies.

- "haciendo lo que una de esas otras chicas no podría hacer en esos otros lugares" - me dijo y sus pupilas reflejaron el movimiento de dos ventanas abriéndose detrás mío. giré y disparé - la Magnum escupió varios truenos. no me preocupé mucho de darles en la cabeza como decían por la tevé: uso un calibre que hace mucho daño - aunque su cerebro siguiera funcionando, no podían hacer mucho sin brazos, no?

bastaron cuatro o cinco disparos. algunos de los que estaban en el bar jugando bridge corrieron a tapar de nuevo las ventanas.
me volví hacia ella y su rostro era tan hermoso y sus senos tan enigmáticos que decidí presentarme:
- "Bond", le dije, "Frank Bond".

su tacto era tibio, suave como una piel de roedor que te roza las piernas mientras estas sentado en un cine de barrio arruinado, mirando por décima vez aquel filme de Marlon Brando y el pote de mantequilla, mientras afuera la ciudad es asolada por la peste negra.

- "yo soy Ripley", dijo, "Captain Ellen Ripley" - retiró su mano queriendo dejarla entre mis dedos, como si dijera "crees que me has atrapado, hombre del cañón largo, pero he sido yo la que me he dejado atrapar, tengo mis trucos..."

sonreir en esos momentos habría sido de aficionados, bebí la mitad de la Guinnes, la miré fijamente y le dije:
- "voy saliendo de la ciudad. ya ví todos los museos por aquí" - creí que iba a reir, pero no lo hizo. era una de esas chicas vivaces que escapan en bus cuando todos la buscan en los trenes - "tengo un lugar tranquilo, con una despensa llena de oúzo en una isla al norte. voy hacia allá y me cansó fumar solo".
secó su vaso de un trago, golpeó el mesón con él y chasqueó los dedos:

- "¿cuánto es?", preguntó, me miró con ojos de mucha agua bajo muchos puentes y lanzó dos billetes al barman. mientras se bajaba del taburete le coloqué la Cocó Chanel sobre los hombros:

- "al patio de atrás", le dije - siempre me han gustado las Tavernas Winchester por ese aparcamiento privado trasero - es pagado, pero esa noche no había nadie para cobrar.

nuevamente los zombies habían abierto un boquete en una ventana delantera y los parroquianos estaban golpeando con machetes y bates de béisbol a las manos verdes que penetraban como gusanos desesperados en busca de algo vivo.

encendí el TVR y su motor vibró como un enjambre de avispas africanas regresando de un ataque a una casa de ancianos:
- "¿sabes usar ésto?", le dije, aunque ya sabía la respuesta.
- "prefiero la Smith&Wesson que llevas atrás".

se la di. le di tambien cuatro cajas de munición.
- "¿vamos?".
- "vamos!", respondió.

salimos a la avenida principal a toda velocidad. cuando pasábamos enfrente del Winchester escuché los primeros disparos. me concentré en conducir. Captain Ripley se preocupaba de abrir camino. comenzó a amanecer.

30.3.12

MacGyver caducado


francotiradores han ido eliminando uno a uno
los sueños combustible de la máquina del tiempo
compuertas de escape abren sólo a combinaciones secretas
el mecanismo de la escotilla se ha trabado
MacGyver ya no va
postrera operación de salvataje:
aferrarse a tu traje akriptonítico

29.3.12

señales de vida


más de cuarentaytrés mil minutos que no andaba por aquí
sin embargo aquí estamos
empuñando espadas con laudable fidelidad hacia nuestros seres-espejo
sin aspavientos quijotescos, ni poses de museo
simplemente estamos

y digo "estamos" por mí
que soy esquizofrénicamente varios
y por ella (piel blanca con gusto a jabón)
que me regresa desde sueños y pesadillas
con un impecable beso francés

los días pasan entre luces y cafés
sin nombre, a veces sin color
sin encarnaciones aprehensibles en papel
una única aserción de los últimos tiempos:
al gato no le gusta hablar durante el desayuno

28.3.12

pic-nic con Madonna


Me levanto cuando desaparece la luna y desayuno un melón con vodka, hielo picado y jugo de arándanos. Pongo globos verdes y rosados en el descapotable y viajo a despertarla.
Está lista para el picnic: calcetines bordados, trenzas, una canastita con cigarrillos y champaña. Nos vamos al parque, pero allí ha comenzado una revolución y se están dando tiros. Nos vamos a la plaza, pero ésta ha sido tomada por pandillas de rapperos y se están dando cuchilladas.

Decidimos que queremos besarnos un poco antes del pic-nic. Entramos a un rotativo y nos entregamos a la tarea. El beso más largo dura seis minutos y treintaydos segundos. Ya que estamos en eso, aprovechamos de practicar con la lengua. Madonna se muestra agradablemente sorprendida de unos besos en los lóbulos de las orejas que he inventado para ella. Dice, "wow! you are a genious, mon amour...". El pantalón me quedará con una mancha que costará semanas quitar.

Salimos del cine hambreados y sedientos. Las Apalache nos invitan al pic-nic con unos tonos celestes, nieve y parches de bosque.
En pleno viaje Madonna se saca los guantes y los lanza al aire. Los veo planear como dos palomas blancas y posarse entre pastizales y cardos a la orilla del camino. Luego, ella abre la canasta, se mete entre mis costillas y mi brazo derecho y se acomoda ahí a mordisquear queso . El pelo le huele a frambuesas. Tiene un lunarcito entre los senos.

Me prometo tomarle unas polaroid con fondos de puentes viejos y heniles. Ella hará poses. Otras polaroid al atardecer - cielos rojos y nubes y ella riendo, con el pelo desordenado, a lo Monroe.
En el pic-nic nos tomamos las dos botella de champaña y gastamos una caja entera (esas de media docena).

Magnifico una de las polaroid y la cuelgo donde pueda verla durante el melón con vodka de las mañanas.
Mientras le tomana esa foto, le ví flotando sobre su cabeza una redondita y luminosa aura de santa. Lo juro!
(¿Aceptará esto El Vaticano para iniciar el proceso da canonización? - mañana mismo les mando un email consultando).

26.3.12

cruce de caminos


Llevamos viajando dos días y el desierto no se acaba – al contrario, a medida que avanzamos crece, se extiende como una mancha de formalina por el piso de una morgue después que un frasco lleno de cerebros se ha resbalado de las manos del ex convicto que limpia el lugar.

El desierto tiene una calma que se pega a la piel y deja manchas de sudor bajo los brazos y la camisa húmeda adherida a la espalda. Primero maldices el sol, el polvo del aire que va formando una alfombra sobre tu lengua seca, luego maldices el calor.
Poco a poco la calma del desierto te atraviesa y te va tranquilizando, tal como ese rayo que atravesó al golfista solitario en medio del campo de golf, matándolo y dejándolo fulminado sobre el césped pulcro, sin poder ver que la pelota que acababa de golpear cruzó el aire de la tarde como una cometa, rebotó una vez en el pasto, rodó varios metros y cayó (cloc!) limpiamente en el hoyo número seis.
Tiro perfecto! - el del golfista y el de los dioses del rayo.

Un rayo diferente, de otro tipo - más parecido al que afectó la vida de Michael Corleone en Sicilia - fué el que me partió los sentidos cuando la ví en el restorán caminero sirviendo hot-dogs a un grupo de bebedores de cerveza local, esa hecha con cebada de tierras áridas, donde lo único que el viento agita son pellejos de serpiente abandonados.

Cuando se agachó a poner en mi mesa el plato con huevos y el café me llegó su fragancia de jabón y agua, simple como pan con mantequilla y decidí que le escribiría un poema - a ella, a su olor sin aderezos y al escote de su delantal.

El poema fue abriéndose lentamente sobre una servilleta, como una hidra en marea baja. Se lo leí una noche en una cama de motel a la luz de la lámpara del velador. No dijo nada, pero metió la mano bajo las sábanas y comenzó otro de sus juegos.

Una madrugada viajábamos con las ventanas bajadas cuando vino un azote de viento indio que hizo volar varios poemas desde el piso del auto y los sacó por las ventanas como pájaros liberados. Los dejamos en el desierto: ya que querían irse con el viento, que se fueran.

Esa vez, después de tomar mi pedido en el restaurante me preguntó adónde iba y le dije que no sabía, pero que lo sabría cuando llegara. Se sacó el lápiz sobre la oreja, escribió algo en su libretita de pedidos y me entregó el papel. Lo leí y lo guardé en el bolsillo de mi camisa. Mientras comía saqué una servilleta, la extendí sobre la mesa como si fuera a envolver en ella un diamante de doscientos quilates encontrado en las selvas de Guyana y le escribí en ella dos párrafos claros.

Unos días después de los párrafos de la servilleta, ella preparó una maleta, cerró su casa y se vino conmigo. Tras el desierto vendrán los bosques, después la tundra y después la nieve.
Quizás alguna vez volvamos al pueblo y al restorán caminero. Quizás alguna vez vuelva al edificio que abandoné una noche después de limpiar el piso y colocar nuevamente los cerebros en un frasco de vidrio.
No se. Me gustaría regresar en unos años más y poner una flor y una piedra en el lugar en que cayó el rayo en medio del campo de golf.

Abro la guantera, saco la pelota blanca que recogí del hoyo seis. Aquí, en el auto, parece un silencioso huevo de pinguino, la coloco entre sus manos y comienzo a contarle la historia.
Lejos, el sol se va tras las mesetas, el cielo se pone rojo. En la radio, Ben Webster.


imagen: Frank Hilzerman

20.3.12

traicionado por el tiempo


traicionado por el tiempo
con el reloj contra su sien
el enorme bebé va por la vida
en pañales Armani
activando aplicaciones
en su nueva tableta
con dedos pegajoso de jalea

traicionado por el tiempo
trata de ocupar horas vacías
con biberones de whiski
y colgantes 3D

19.3.12

una puerta tras otra


una puerta tras otra
y salimos a un campo de pastos
a un laberinto de espejos
a una casa de ladrillos
a la luz
o la sombra
a la lluvia o la sed
vamos cruzando dinteles
y abandonando caparazones 
de nosotros mismos
con un mapa de afanes
y un manojo de llaves falsas
hasta llegar
a la soledad
a un lejano regreso punto final
bajo las estrellas

16.3.12

intermezzo


un sol de mañana se acicala
entre el amanecer y el despertar de la ciudad
habitado por un silencio de bosques
por frases del libro en la mesa de centro,
"como el Extraordinario Maurice dijo, era sólo una historia sobre gente y ratas.
Y la parte difícil de ella, era decidir quiénes gente eran, y quiénes eran ratas"

afuera el mundo de las verdades
aquí el de los amores
discutimos
qué música escucharía Drácula en sus noches

segundo café
tostadas, mantequilla, queso
el sol avanza hasta la cocina
gana Bach

14.3.12

desatinos


dos osamentas virtuales se abrazan en do menor
amanecer de subterráneos, de verdades atrapadas
dos bocas bucean en busca de un beso bueno bonito y barato
la radio pone eso de Bucharach, caja de Café Créme
tres Trojan en el bolsillo de la camisa
y la vida abanico, ábaco, remate, dados al portador
subastada en plena demencia al peor postor

13.3.12

periplo


al final, antes de irse, el boludo hasta firmó autógrafos. quién iba a decirlo. vino gente a despedirlo esta mañana de domingo, vino un reportero del diario local a tomar fotos y por la radio, entre premios, goles y rancheras, se comunicaron con el malecón y entrevistaron a algunos que le hacíamos rueda antes de la partida.

el boludo revisa su traje, el aparato de aire, chequea relojes y corrige gauges. lo verifica todo tres veces, pues sabe que es boludo y puede meter la pata. finalmente se da por satisfecho y sonríe como boludo desde la escafandra.

no es fácil ser boludo en este mundo - "este mundo es de los listos", le había dicho Pamasanda Yogamandatra, el sabio hindú al que había escrito consultándole sobre sus esperanzas de boludo en la vida.
el email respuesta de Yogamandatra había llegado rápido, conciso, definitivo: "este mundo es de los pillos" (la palabra 'chust' en urdu podía traducirse como listo, pillo, vivo).

el principio de la sabiduría comienza con la aceptación, le había dicho la sicóloga que había visitado sólo una vez porque no tenía más plata. y no confundir aceptación con resignación.

el boludo, entonces, aceptó con hidalguía su boludez, respiró profundamente y sintió como una marea de alivio y paz le subía desde los pies, le llegaba a la altura de las bolas, seguía, le cruzaba el pecho y finalmente conquistaba sus ojos y su mente.
tras la aceptación de su genética innata, de ese entramado de huevonismo que soportaba todo su ser, se sintió mejor que nunca, casi feliz.

esa es, más o menos, la historia - ahora estamos aquí en el malecón, despidiendo al boludo que ha decidido irse a vivir al fondo del mar.
según él lo tiene todo previsto, calculado, planeado, pensado y repensado.
afirma que la raza humana es finished para él, out, off, over.

cree que en el fondo él no es tan boludo. puede ser. no se. pero todos sospechamos lo que pasará... nadie confía en un boludo.

10.3.12

hombre segmentado


El hombre colecciona constantemente trozos de la ciudad como un general que trata de armar el mapa de un imperio enemigo encontrado en los restos de un botín, ordenando y reordenando los pedazos sobre una mesa inmensa, buscando algún punto débil en las murallas que defienden la capital.

El hombre va por la ciudad, por calles, librerías y cafés solitarios. Se sienta a media mañana bebiendo el sol que le llega lejano y tibio. A veces cree estar bajo una piscina, rodeado de sonidos sin forma y de reflejos celestes - en una dimensión desconocida, de tiempo lento y de luces oblicuas - y se palpa el bolsillo derecho del pantalón para sentir la llave del cajón inferior de su escritorio, donde ha guardado las estrellas de un cielo nocturno, traficado en secreto a través de las aduanas de todo el mundo.

En una caja de madera tiene las viejas armas de su existencia. Las balas de plata, el martillo y las estacas. Pero la caja ha permanecido cerrada y en sombras por mucho tiempo y su recuerdo se adormece con los años. La vieja guerra sigue en alguna parte - según sabe de cuando en cuando - pero las batallas se le confunden en la memoria y el miedo que se aferraba a la piel bajo un cielo en llamas le parece ahora un sentimiento extraño: algo escuchado de pasada en un mercado o tal vez leído de pasada desde la ventana de un bus en marcha sobre un cartel pegado en alguna muralla.

El hombre va por los días fumándose un cigarrillo a pesar de todo, bebiendo líquidos que despierten el espíritu y pasando páginas de una sonriente irrealidad. Nada profundo. Mientras ordena tazas y platos en el lavavajillas canta acompañado del estéreo "these mist covered mountains, are a home now for me...", una brisa marina le seca el sudor de la espalda y por unos segundos vuelve a sentir una exactitud geográfica y esa segura vectorialidad que creía perdidas.