En el trabajo tengo una ventana. Veo una carretera, más allá campos de maíz (a esta altura ya todos cosechados), una casa de campo y al fondo, árboles. Cerca de la ventana hay un poste del alumbrado.
Todas las mañanas, entre las nueve y nueve y media, llega un cuervo y se para en el poste. Descansa un rato, mira, se arregla las plumas. Pasados unos minutos se va.
Animal de costumbres. Con su horario y su ritual.
Hace años atrás, en otro país y otro continente, la ventana de mi dormitorio daba hacia un bosque de eucaliptos y sauces. Todas las mañanas, como a las seis, llegaba un martín azul se paraba en uno de los árboles y nos despertaba con sus graznidos. A esa hora, seguro que ya había desayunado en el río cercano.
Animal de costumbres. Con horarios y estaciones. Como los trenes.
Por esos años, yo visitaba una ciudad en lo alto de las montañas. Aunque estaba en medio del desierto del Neguev, debido a la altura, la ciudad era fría en las noches y tenía nieve en invierno.
Entre las "atracciones turísticas" de la ciudad estaba el levantarse temprano para ver las cabras montañesas que bajaban de los cerros a pastar en los parques, todos los días antes del amanecer y hasta como las seis y media, cuando la ciudad comenzaba a despertar.
Otra atracción era quedarse en la plaza hasta las diez de la noche, hora en que una familia de lobos cruzaba la ciudad todas las noches - desde las montañas, hacia la las montañas.
Animales de costumbres. Con relojes internos, ritmos biológicos, ciclos circadianos.
Nosotros no somos tan distintos. Por más que aleguemos contra la rutina, hay algo de placer en lo conocido, lo seguro, lo estable.
Nos gusta saber que eso estará allí, cuando queramos hacerlo de nuevo.
Esos pequeños placeres rituales.
Me hago un café turco, busco "Rust Never Sleeps" entre los CDs, lo coloco en el stereo y me siento frente al computador a escribir estas cosas de bodegón.
Animales de costumbre.
2 comentarios:
Hay ciertos rituales, tan pequeños que caben en mi bolsillo, y los llevo a donde sea. Ver caer la tarde es uno de ellos, ojalá con una taza de café, junto a una ventana. Es todo, no pido más.
me ha gustado, mucho
Desplegar el diario del domingo era un ritual apetecido.
Cocinar algo italiano tomando una copa de vino.
Comprar croissonts recien horneados una mañana de sábado.
Hay otros, los iremos contando de a poco...
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