Te esperé 45 minutos en lo alto de la escalera trasera. El otoño había llegado y la ciudad era gris y húmeda.
La galería, con dos pisos de tiendas, escaleras eléctricas y letreros luminosos no era lo que nos atraía. Nuestra meta era la escalera trasera, al aire libre – por donde los comercios metían mercadería y sacaban cajas de cartón vacías – que subía hasta ese descanso de madera. Desde allí, se podía mirar la avenida, la gente y los autos, sin ser visto.
Hay un azote de viento y agua y subo el cuello de mi abrigo. Oscurece.
De pronto llegan hasta mí tus pisadas. Ese inconfundible taconeo de tus botas. Cuántas veces las he visto durmiendo en un rincón de pieza de hotel.
Recuerdo aquel cuento de terror escuchado en la infancia, en que dos niños solos en su casa, escondidos bajo las frazadas de su cama, escuchan unos pasos pesados y terribles que avanzan hacia ellos peldaño a peldaño. Aquella radionovela de terror nos producía un nudo en el estómago con cada crujido de peldaño.
Ahora el nudo en el estómago también regresa al escuchar pasos, pero el componente de terror esta totalmente ausente. Esta ansiedad no es terrorífica. Punzante, como aquella de la infancia, pero no terrorifica. Grandiosamente no terrorífica.
Apareces y el otoño se va.
Me abres el abrigo, siento tus manos recorriendo mi espalda y tu aliento a menta. Una de tus piernas se mete entre las mías.
Al rato: miras el reloj, “Tengo que irme”, dices.
Todos los faroles ya están encendidos y los coches son como fantasmas de ojos brillantes en la neblina.
Después de otro rato: tu mano aparece entre nosotros. Vuelves a mirar el reloj. “Debo irme. Ahora”.
Me quedo solo en lo alto de la escalera trasera. Te veo allá abajo, poniéndote los guantes, después el gorro de lana. Cuando llega el auto de tu esposo y te abre la puerta no miras hacia arriba antes de entrar. El carro se pone en marcha y se pierde en la noche.
4 comentarios:
Tiene luz propia y esa luz se mimetizó con este primer sol de los últimos del verano.
Muy bueno, che!!!
Abrazoceánico!!!
Buenísimo, de verdad. Me acordé de esa película en que ellos de quedan de encontrarse a en la torre (el empire State) y ella no llega... y no porque no lo quiera, sólo que ha tenido un accidente cuando llegaba al edificio y está paralítica tendida en su sillón...
Buenísimo, de verdad. Lo he leído y he quedado con ganas de saber más.
un beso
no mira hacia arriba, no habrá de mezclar esa irrealidad maravillosa con la figura del presente, tal vez si lo hace desaparecerá para siempre, quien sabe
lindo doc
C.
Gracias por sus comentarios,
este mini-cuento fue originalmente escrito por allá por 1989 o 1990, en mi primera PC y se llamaba simplemente Minueto.
Desde entonces me ha seguido de casa en casa y de continente en continente en papeles o en diskettes practicamente sin sufrir modificaciones.
Estuvo posteado meses en un blog que tenía hace tiempo sólo de literatura, pero que clausuré por morivos de tiempo.
Éste fue una de las últimas cosas que quedaba pasar desde allá al Bodegón, para cerrarlo ad infinitum.
La galería y la escalera trasera realmente existen, también esos otoños brumosos - el resto... nunca se sabrá, mejor así...
Publicar un comentario