ni Superman

"there's something new in the heavens. something that has never been there before"


fue uno de esos días en que no hay a quien culpar - no a los políticos, no a las tormentas ni a los terremotos, no a los comunistas de Mao y ni siquiera a la CIA. punto. the game is over, gentlemen!
fue uno de esos días de revelación - quiero decir, muchacho, uno de esos días en que te das una rápida mirada en el espejo de la vida, escupes el chicle, agarras lo que tienes a mano y sales a pelearla.

no porque quieras, si no porque no tienes otra salida - eres un miserable conejillo de laboratorio de los dioses y ya no sacas nada con alegar por las injusticias o con pedir otra oportunidad porque "no estabas preparado y nadie te avisó".
esas cosas, amigo, en los días así le interesan un pucho a nadie, incluso la Madre Teresa te daría un buen par de bofetadas y Mahatma Ghandi te empujaría al precipicio si anda falto de raciones, me entiendes?

los marcianos nos cayeron como lluvia un domingo después de almuerzo cuando todos se preparaban para ver por la tele el partido final del Mundial entre Brasil y la Toyota (recuerden que la Toyota compró en el 2075 un país antes conocido como Colombia y se instaló allí, siendo inmediatamente reconocida como miembro por la FIFA).

yo no veo futbol desde que se permitió la inclusión de robots en los partidos, así es que me pasé la tarde durmiendo y leyendo unos libros que un poeta escribió estando en la isla de Juan Fernández.
esa noche Jenny me llamó desde el dormitorio, por lo que apagué el cigarrillo, abrí la puerta del balcón y me metí a la casa dispuesto a dejar en alto las acciones de la multinacional varonil - pero, desilución, mi presencia no era requerida para calmar ningún azote hormonal femenino, si no para que viera las noticias.

al principio creíamos que era alguna broma de algún pelota émulo de Orson Welles, pero cuando pasamos por el canal japonés y vimos gente corriendo despavorida en todas direcciones sin ningún Godzila a la vista empezamos a preocuparnos.
le dije a Jenny que se vistiera, pronunciando esas palabras que, pensaba, jamás le diría a una mujer.
estaba poniéndose el sostén sobre sus adoradas gomitas cuando anuncian que Superman había muerto, acribillado por los invasores con balas de kriptonita... la cosa se ponía negra!

escuchamos los primeros gritos en nuestra calle. "mi amor, moriremos juntos!", me dijo Jenny, y yo me hice el piedra: "no le arrugo a unos marcianos hijoputas!"
salimos por la puerta trasera al callejón de la basura, abrimos la tapa del desague de la esquina y bajamos a las catacumbas de la ciudad. cerramos bien, detrás nuestro.

(dibujo - Frank)