la modelo del último invierno del siglo XX

a las 11:30 de una mañana de enero del 2000 la llamé por teléfono y le propuse que nos escapáramos del trabajo y fuéramos a ese restaurante en el puerto viejo de Tel Aviv a comer pescado. era pleno invierno y lloviznaba. el mar - gris, inquieto, como gato en celo. caminamos por el malecón en desuso.

en el extremo más alejado cinco pescadores lanzaban los anzuelos moviendo sus cañas con destreza de mosqueteros. nos quedamos mirándolos y respirando el aire de la mañana con anuncios de tormenta.

cuando nos volvíamos vimos un grupo de gente abajo, entre los pilares del embarcadero. eran un fotógrafo, sus ayudantes y una modelo que iban y venían sobre las piedras y la arena mojada. el fotógrafo daba indicaciones y la modelo se ponía en pose mientras a su alrededor una nube de personas medían luz, ponían espejos, le arreglaban el pelo y le maquillaban los labios. click! y todo el grupo se iba a otro lugar volviendo a repetir el ritual.
en algunas tomas la chica estaba desnuda desde la cintura hacia arriba - una estatua de segundos. después del click una mujer corría hacia ella con una frazada y la envolvía - estuvimos seguros - más por frío que por pudor.

nos fuimos del puerto viejo sabiendo que nos íbamos de él en serio. el cielo de metal crujió con un trueno lejano y el aire de la mañana que anunciaba tormenta sonrió: ¿no les dije?

el lenguado en salsa de ajo y el sauvignón tenían un gusto raro, pero no eran ellos, éramos nosotros - que aún dudábamos de nuevas vidas, de cielos extraños y de tormentas desconocidas. nos fuimos a la casa a holgazanear toda esa tarde ploma, con azotes de viento y lluvia, haciendo el amor con una sombra de tristeza encima. sentíamos que nuestras almas se abrían a constelaciones diferentes, pariendo infinitudes nuevas...

(Ilustración - Frank, cuento posteado originalmente el 22 de marzo del 2005)