6.11.04

La casa del sol naciente de Marcelo

Mientras devorábamos una pizza a la hora del lunch, mi amigo Marcelo G. me contaba de cuando había ido a New Orleans.
Su novia, una brasileña “monumento” lo había llevado de la jeta por playas cariocas, por avenidas neoyorkinas y por paseos barceloneses. Pero él quería ir a New Orleans.

Marcelo, nacido en Córdoba, Argentina, compartía conmigo varias malas costumbres. Así, rápidamente congeniamos y nos hicimos buenos amigos - amante del buen rock, admirador de Charles Bukowski y de Frank Zappa (tenía en una de sus murallas el póster donde éste aparece sentado en la taza del baño) y compañero mío de trabajo en Tel Aviv. Conversábamos en aquellos años nuestros sueños y preocupaciones.

Incondicional de Jerusalén, Marcelo vivía en aquella ciudad aunque tuviera que viajar más de una hora al trabajo. Le gustaba Jerusalén, su ambiente, sus pubs, sus galerías, sus cines. El flaco vivía Jerusalén en la piel y en el alma. Estaba enamorado de sus calles y de su luz. Pero quería llegar a New Orleans.

Y llegó. Y fue la gran desilusión de su vida. Un shock casi mortal, al que sobrevivió, pero con dificultades y con serias perturbaciones mentales.

Me contaba, entre trozos de pizza y tragos de Coca-Cola, “Cómo soportar ese inmenso shock! Cómo seguir viviendo después de eso!”
Yo, comprensivo, lo miraba y lo escuchaba. “Crecimos con aquella canción, flaco, no tes dás cuenta? – insistía. “Así es! – le decía yo – pero Marcelo, no es para tanto!”
“Sí lo es! Sí lo es!” – aseguraba con la boca llena de pizza con anchoas, “Nos han criado en base a una falsedad! Hemos crecido en la mentira, oh! Terrible!”

“The Animals” fue un excelente grupo rock psicodélico de los años 60. Su canción más emblemática fué “La Casa del Sol Naciente”. Para cualquiera que se inscriba en el club de los rockeros, el tema es legendario. Comienza así…

“There is a house in New Orleans
They call the Rising Sun
And it's been the ruin of many a poor boy
And God I know I'm one…

My mother was a tailor
She sewed my new bluejeans
My father was a gamblin' man
Down in New Orleans…”

Y el sueño del rockero Marcelo G. fué siempre llegar alguna vez a New Orleans y visitar la famosa Casa del Sol Naciente que la famosa canción de The Animals cuenta.

Llegó. Y la casa no existe. Jamás ha existido! - “No! – le explicaron sonrientes niuórleanos – esa casa es sólo imaginaria, nunca ha existido”.

Marcelo G. volvió a su Jerusalén destrozado y triste. Una importante ala de su castillo cultural se había derrumbado y la duda existencial lo acosaba, le atravesaba el alma y le hacía temblar las manos cuando se arreglaba su larga cola de caballo sobre la nuca.

Terminábamos la Coca-Cola y la pizza y había que volver al trabajo. Marcelo elevaba su delgada y alta estructura desde la silla que había ocupado y se ajustaba sus lentes a lo John Lennon. “Vamos – me decía – paguemos esta cagada de pizza. Eh! Tía para otra vez póngale más anchoas, eh!”

Salíamos a la calle Hamasguér, en Tel Aviv y el calor nos llenaba los pulmones con su presencia absoluta. “Ya no se puede creer en nada! – comentaba Marcelo – fuímos criados en la mentira!”... decía el cordobés mientras caminábamos de regreso al trabajo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Marina (http://brujinus.blogspot.com/) said...

Quizás habría sido más feliz si no hubiera podido ir nunca a Nueva Orleans y esa Casa del Sol Naciente sólo hubiera existido en su cabeza... De todas formas, estamos rodeados de mentiras. A veces creo que la única libertad que nos queda es elegir cuáles creernos y cuáles no.
Bonita historia. Un saludo :*

Anónimo dijo...

Crecio en la mentira que el eligio creer!

franhilz dijo...

El cuesco de esto es que todos vivimos rodeados de un mundo etéreo, al que creemos sumamente real, pero como dice Serrat (o el poeta a través de él) es nada más que una pompa de jabón.
En todo caso, el relato está contado con un dejo cómico y exagerado, para mostrar que somos nada más que humanos y que muchas veces la felicidad depende de cosas tan simples como la letra de una canción rock.
Es, también, un cariñoso saludo a lo lejos al flaco, a su risa estentórea y a su manía de "pensar independiente", aborrecía todo lo que no fuera "independiente". No tengo claro que querría significar con elo. Pero me lo contagió.

unsologato dijo...

Siempre es encantador que las desmitificaciones caigan como pompas de jabón... que los sueños se rompan... porque hay que seguir soñando...
Saludos con algo de rock... ( a ver qué me acuerdo... sí... algo de The Police... mensaje en una botella está bien...)