17.5.05

noche de ciudad


Desde que la vió por primera vez se enamoró de ella. Tenía más años que él, estaba golpeada por la vida, empolvada y oxidada en una esquina, pero le sonrió desde la vitrina y él se enamoró. Era una Remington negra y cromo. En aquella máquina de escribir podría contar historias de dos ciudades, invasiones de platillos voladores y viajes hacia el Oriente en caravanas de camellos. En esa máquina podría escribir cualquier cosa, pensó. Entró y la compró, compró también cinta entintada y una cuartilla de papel de diario reciclado, grueso y tosco.

La instaló frente a la ventana desde donde por las mañanas veía los juegos de sol y sombra en los rascacielos apiñados.
A L. también le gustó la máquina. La tarde del jueves llegó con una bolsa con merienda, vino y chocolates. Él se apuró por finalizar un capítulo mientras L. disponía la mesa y se colocaba la bata azul. Tomaban vino y anochecía - ella pasó la mano por el cuerpo metálico de la máquina, subió unas líneas el papel y escribió algo.
Se durmieron después de hacer el amor dos veces. Él soñó que la Avenida Central era un río ancho por el que navegaban yates, veleros de tres mástiles y hasta buques de calado hondo. Estaba en la ventana cuando pasó hacia el mar un bergantín negro de maderos encerados. Desde la nave le hicieron señas, entre mucha gente vió a sus padres, a sus hermanos, al tío Emile y a la tía Rosa. Se vió a sí mismo saludándose con la mano - doce años, pelo revuelto, camisa escocesa de verano. Se respondió.

L. soñó con los girasoles de Van Gogh, con un trigal infinito y escuchó graznar un grupo de cuervos que volaban sobre los campos, negros como carbones.
Las nubes se abren y la luna acaricia con su luz techos y cristales, calles y arboledas. Entra por la ventana un reflejo celeste y se posa sobre la hoja en la máquina de escribir, lee: "Amore Di Profundis". Le gustan las palabras y se las roba.

Mañana: echa cuatro huevos al sartén, trozos de queso, algo de leche y revuelve. La cafetera gotea su pócima oscura. L. sale del baño envuelta en una toalla y se acerca a la ventana a mirar el amanecer. "¿Tú borraste lo que escribí anoche?", le pregunta, mirando la página que sobresale de la Remington. "En absoluto", dice él, "Y ahora a la mesa que esto está listo!". Le gusta verla comer con hambre. Lo hace cuando está contenta. En esos momentos también él come más. Dos tazas de café incluso. Comen y hablan - y se olvidarán para siempre del asunto. Sobre el papel, un último brillo celeste desaparece y vuela tras la luna, antes que el sol llegue. Ya pensará en recompensarles con algo.

(dibujo - Frank)

14 comentarios:

Hans Lazzaro dijo...

Mis felicitaciones, Master Doc. Este relato está muy, muy bueno, en particular los detalles del entorno y del clima. Coincidencia, también tengo una máquina de escribir. Es americana y no recuerdo la marca. Es mecánica y debe ser de los años 70. En su época fue top. La tengo como nueva y de vez en cuando la uso para escribir algunas tonteras. Lo único malo es que es muy ruidosa y mis vecinas reclaman, ya que la inspiración por lo general me asalta de noche, entre otras cosas buenas que se hacen de noche. De día, prefiero tomar un buen desayuno, recordando la noche. Saludos!!

unsologato dijo...

Un excelente relato de nuestro amigo Doc. Como para empezar bien una mañana gris y de lluvia en que la cordillera ha desaparecido tras las nubes. Aquella Olivetti verde quedó en la isla, me pidió quedarse y se lo concedí, algún día se merecería un pequeño homenaje. Muy bueno el dibujo, che!!!
Me voy inmediatamente a postear una lluvia triste, pero con este relato se equilibran las sensaciones del barrio, así que lo hago con menos culpa.
Abrazo felinoceánico!!!

Paitoca dijo...

Los objetos antiguos tienen un gran magnetismo, guardan historias y traen melancolía...
Un abrazo lluvioso Doc.
Pame.

Sra. Chayo dijo...

Houu... y como es que se olvidaron de la hoja?, ella (la hoja) es el testigo, el documento, el fosil del momento. Definitivamente él si la guardó. Porque sabía lo que era la hoja del rito iniciatico: las tres palabras de ellas, son el bautizo de dos cuerpos que se escriben con sudor y sangre. Amén y Provecho! :D

Ángel mutante dijo...

Lindo relato.
Lindo dibujo.
Lindo hombre eres tú, querido Doc Savage Jr.
Lindo blog tienes aquí.
Todo lindo. Muy lindo.
Esta lluvia de Santiago también linda, muy linda, te la regalo.

Besitos lluviosos y lindos muy lindos para un tipo tan lindo como tú Doc Savage Jr.

gonzalvo dijo...

Me quito de nuevo el sombrero ante tus relatos y tus textos. Usted es un tipo realmente renacentista !!

Un abrazo

Jorge

Miss Mag dijo...

Bellísimo, Doc, texto y dibujo, eres todo un artista, especial hombre del PCR y las moléculas aladas, me encantó.

Roberto Arancibia dijo...

...y el reflejo de la luna, el celeste, orgulloso, muestra cada vez que puede las tres palabras: "Amore Di Profundis".

El resto decide, para no ser menos, poseer palabras y frases como esta.

Durante años se recordará esta noche como La Noche que Desaparecieron las Palabras. Miles de poetas, bloggers, novelistas menores, se preguntarán qué pasó. Culparán a las máquinas, a la tecnología, tal vez a la fragilidad de la memoria. Pero la luna y todos sus reflejos conocen el secreto. Y son, ahora, más felices.

Anónimo dijo...

Doc, eres un romántico empedernido, un bohemio de ultramar, un soñador incorregible, y además sabes pintar.

Sería un honor ilustrar un relato de Mortimer con una de tus pinturas.

Hasta luego querido Doc.

Nadia dijo...

Alguna vez leí tus post netamente científicos... y no habría imaginado que escribirías y dibujarías lo que ahora podemos apreciar gustosamente (tontos prejuicios, pero ya están derrubados, ante la evidencia).

Alcancé a usar máquinas de escribir para trabajos escolares; para escribir cosas más personales, hasta hoy prefiero el lápiz, aunque ya estoy empezando a inspirarme directamente frente al P.C.

e. dijo...

bonito, bonito, bonito, bonito, bonito, er.... y.... bonito...
besos, e.

Elisa de Cremona dijo...

tú borraste lo que escribí anoche...
me gustó. ya haré algo con eso.

sí.
me lo apropio. JEjeje

Cpunto dijo...

era el tiempo en que la ciudad, era de los hombres azules,

C.

Anónimo dijo...

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